domingo, 6 de julio de 2008

Cárceles, dos realidades.

Creo yo, que no podemos generalizar a las cárceles como sinónimo de caos, desorden y de catalizador de delincuencia. Si bien es sabido por todos que al ingresar un delincuente, ya sea cualquiera haya sido su infracción, por lo general, la cárcel no sirve como "rehabilitador", y sólo los mantiene latentes para volver a la libertad y volver a delinquir. No es extraño de pensar que si juntamos ladrones, asesinos, violadores y demases, éstos se potencien en su capacidad antisocial e inmoral.(No menciono pedófilos ya que para los demas reos, estos son la escoría de la cárcel.) Y también el aporte de los gendarmes que negocian con ellos, les facilitan algunas herramientas, drogas, etc.
También con los jóvenes, leía por ahi. Si esque ponen a 208 jovenes donde entran 150, en precarias condiciones, todos potenciandose entre ellos, relacionandose día a día, mas se van a motivar.

Pero el punto al que voi esque ya sea las cárceles privadas son sólo con fines de lucro, las del estado funcionan a medias, desorden, algo de corrupción entre gendarmes y reos, etc, aún existe otra realidad dentro de las cárceles.

Tal vez no es el mejor método, pero aun un pequeño porcentaje responde al sistema, aún un pequeño porcentaje es reinsertado en la sociedad, trabajando, recuperando ciertos valores, cambiando su postura frente a la vida. Desde que yo era chico mi papá trabaja haciéndole controles de salud a los reos en Casablanca. Algunos siguen el típico estereotipo de preso (el típico preso de television estadounidense. Tatuado, musculoso y agresivo), pero otros no, otros se dan cuenta de lo que hacen, y realmente cambian. Recuerdo que él me traía juguetes y hasta pelotas de futbol que hacían los presos, y me contaba como trabajaban e iban mejorando, pero vuelvo a mencionar, sólo algunos.
Yo voto por esa minoría, ya que aunque tal vez no sea ni el 10% (desconozco las cifras), ésta existe. En algún sentido, el sistema funciona. Pero creo yo, funciona para las personas que fueron criadas con ciertos valores, que aunque llegaron a deliquir no se movieron siempre en un ambiente inmoral y desvalorizado, o también, ciertamente pocos, entienden y reflexionan dentro de la cárcel, que nacer y vivir, no es para estar encerrado con un montón de personas que no van hacia ningún lado.
Ciertamente hay que hacer mejoras, intentar aumentar ese pequeño porcentaje, yo también pienso que el sistema esta mal diseñado, mal estructurado. Leía antes los dos artículos de la Ley Penal Juvenil, expuestos en el blog de Ignacia y lamentablemente tampoco creo que se cumplan, en su totalidad.

Aún así, tonto sería pensar que somos los únicos que notamos ésto, que sólo un grupo de alumnos de enseñanza media puede notar las fallas y carencias del sistema penal en Chile, me gusta pensar que la gente que toma las decisiones, las que firman los papeles, las que diseñan y las que "rompen el chanchito", pueden ver esto también, y que algo se va a hacer para mejorar.
Sólo queda esperar que, esas "manzanas podridas", como dijo Juan, no se mantengan siempre aisladas y sean partícipe de ese pequeño porcentaje de rehabilitados, que para mi por lo menos, dan algo de esperanza a esa parte la sociedad chilena que es marginada y estigmatizada.

sábado, 5 de julio de 2008

Autorretrato

Entró al baño para despejarse un poco. Afuera el ambiente lo absorbía por completo y sólo a ratos su mente estaba lúcida, sólo rostros y caras sin nombre que lo observaban, maldecía al que le dio esa pastilla, “te sentirás en el paraíso”, ojalá fuera así, pensó. Entró a una cabina y se sentó en el inodoro, su mente le daba vueltas y no sabía si su estomago iba a resistir. No sabe cuanto tiempo estuvo ahí, tal vez fueron sólo minutos. Recostado en una de las paredes solo concebía mirar el techo y tener su mente en blanco, tal vez, moverse un poco.

Luego de ese tiempo de vacío, se reincorporó con dificultad, orinó y salio de la cabina.

Se dirigió hacia los lavamanos y en eso se miro al espejo.

…ah?

¿¡Quién!? ¿¡Quién eres!? Gritaba a más no poder. Alguien salió corriendo aterrado, no le dio importancia y siguió con su interrogación. Su mente no relacionaba lo que veía, imágenes dispersas de una figura humana, de momentos su rostro, gente que no conocía, familiares, amigos, alguien que vio en la televisión. Intentó conservar la calma y levantó la cabeza, ahí estaba denuevo. Sin comprender lo que veía, entendía por su puesto que era él lo que se reflejaba en ese espejo. Pero, nunca sintió su rostro cambiando, ni siquiera un cosquilleo o un dolor que le hiciera percatarse.

Analizaba con cuidado. Sus ojos, antes de un color café penetrante que se confundían con sus pupilas y hacían parecer que era todo un círculo negro que te miraba fijamente, ahora eran distintos, raros, no podía reconocer un color, pero sentía su mirada reflejarse, aun mantenían esa forma ovalada, pero eran casi irreales.

Intentaba sentir su piel, pero aunque se tocara era como si fuese de piedra, no le dio importancia, no era relevante. Las formas que identificaba en su cara, su color de piel, lo cautivaba. Oscuro, claro, algo rojo por algunas marcas, arrugas, piel lisa, heridas, volvía a hacerse gris… oscuridad total. Abrió los ojos nuevamente, tal vez pasaron horas en ese solo instante, recordó porque estaba ahí. “Mi rostro”, “talvez el suyo”, “¿mío?”, “¿desde cuando?”, “es tuyo, lo sabes”, “no creo”, “¿Por qué no?, “cállate imbécil”, “¿tu dices?”, “tu, patético, incrustado en un espejo de un baño en un lugar que no sabes ni como salir ni donde queda”, “fácil decirlo, como si tu supieras”, nadie respondió.

Se comenzó a sentir más alto, mas grande, musculoso y con fuerza, golpeó la puerta de una cabina, pero esta no se rompió. “¡Patético!”, le gritó una pared… rió para si mismo.

Ahora todo le parecía muy normal, asombrado por su repentino cambio, seguía buscando más características para identificarse.

Poco a poco empezó a gustarle su nueva apariencia, se sentías más atractivo, más poderoso, y ya no sentía ese malestar. Lo disfrutaba, consumiría mil veces más para sentirse así. Su color de piel, sus rasgos, sus ojos, lo hacían sentir orgulloso. Su pelo le fascinaba, largo moderado, color algo castaño parece, como siempre lo quiso tener, cubriéndole un poco de su cara, no muy de mi gusto pero era lo mejor para él. Su mentón, ahora más refinado, mas esculpido, un tanto europeo, al igual que sus facciones. Su nariz, más respingada, “parezco modelo gringo”, pensó.

Se despeinaba y volvía a peinarse, casi sin poder creerlo, ya había olvidado que antes no entendía nada, que había estado quien sabe cuanto tiempo sentado en la cabina, su delirio. Ahora sólo pensaba en él y su apariencia.

Había dejado de pensar como antes de entrar a ese local, ese joven desesperado buscando una salida, creyendo encontrarla en ese antro. Nervioso y ansioso por descubrir lo que ese combinado le produciría.

Ya no pensaba en nada más, sólo mirarse constantemente lo hacía sentir genial, distinto, dueño de lo que lo rodeaba, y mejor que todo. “Perfección”, decía de vez en cuando. Sólo tendría que encontrar la puerta de ese baño y entrar a ese nuevo mundo. Ya nada sería como antes, pensaba. “¿Qué idiota se pondría en mi camino?”.

Reía fuertemente, cada vez sintiendo como esa magnificencia lo recorría. “Tu mismo”, dijo una voz, “la salida ya no existe”. Comenzó a reír, pensando en lo patético que le parecía que alguien le dijese eso a él. “Inténtalo, cuando encuentres esa puerta, intenta volver”. No le importaba lo que le dijeran, se sentía demasiado bien para tomarlo en cuenta.

Se continuó observando, se tocaba pero no se sentía, no recordaba su nombre, ni sabía ya porque estaba ahí, tampoco le importaba. Se sentía en el paraíso.

¿¡QUE!?

…de la nada, una angustia lo impregnó.

¿¡Qué!? ¿¡Qué pasa!? Estaba aterrado, su forma, su cara, su perfección se desmoronaba poco a poco, sentía que se caía, que volvía, no podía ver nada. Colores. Formas. Desaparecía, y retornaba. Nuevamente figuras que no comprendía, gente que no conocía, familiares, amigos, alguien que vio en la tele, el chef de la mañana, la mujer de la tienda, el hombre del callejón, el barrendero, su padre, amigos, un profesor, imágenes por todas partes, todo era caos, gritaba desesperadamente, se aferraba a su cabello, su piel que no podía sentir, golpeaba las paredes. “¡Háblame denuevo!”, ““vuelve idiota, vuelve!”, un odio sorpresivo lo consumía, jamás había sentido eso. No podía sentir nada, gritaba pero no se escuchaba, dolor, todo volvía a hacerse gris… oscuridad total.





“Ha, patético”, resonó en la nada.