sábado, 5 de julio de 2008

Autorretrato

Entró al baño para despejarse un poco. Afuera el ambiente lo absorbía por completo y sólo a ratos su mente estaba lúcida, sólo rostros y caras sin nombre que lo observaban, maldecía al que le dio esa pastilla, “te sentirás en el paraíso”, ojalá fuera así, pensó. Entró a una cabina y se sentó en el inodoro, su mente le daba vueltas y no sabía si su estomago iba a resistir. No sabe cuanto tiempo estuvo ahí, tal vez fueron sólo minutos. Recostado en una de las paredes solo concebía mirar el techo y tener su mente en blanco, tal vez, moverse un poco.

Luego de ese tiempo de vacío, se reincorporó con dificultad, orinó y salio de la cabina.

Se dirigió hacia los lavamanos y en eso se miro al espejo.

…ah?

¿¡Quién!? ¿¡Quién eres!? Gritaba a más no poder. Alguien salió corriendo aterrado, no le dio importancia y siguió con su interrogación. Su mente no relacionaba lo que veía, imágenes dispersas de una figura humana, de momentos su rostro, gente que no conocía, familiares, amigos, alguien que vio en la televisión. Intentó conservar la calma y levantó la cabeza, ahí estaba denuevo. Sin comprender lo que veía, entendía por su puesto que era él lo que se reflejaba en ese espejo. Pero, nunca sintió su rostro cambiando, ni siquiera un cosquilleo o un dolor que le hiciera percatarse.

Analizaba con cuidado. Sus ojos, antes de un color café penetrante que se confundían con sus pupilas y hacían parecer que era todo un círculo negro que te miraba fijamente, ahora eran distintos, raros, no podía reconocer un color, pero sentía su mirada reflejarse, aun mantenían esa forma ovalada, pero eran casi irreales.

Intentaba sentir su piel, pero aunque se tocara era como si fuese de piedra, no le dio importancia, no era relevante. Las formas que identificaba en su cara, su color de piel, lo cautivaba. Oscuro, claro, algo rojo por algunas marcas, arrugas, piel lisa, heridas, volvía a hacerse gris… oscuridad total. Abrió los ojos nuevamente, tal vez pasaron horas en ese solo instante, recordó porque estaba ahí. “Mi rostro”, “talvez el suyo”, “¿mío?”, “¿desde cuando?”, “es tuyo, lo sabes”, “no creo”, “¿Por qué no?, “cállate imbécil”, “¿tu dices?”, “tu, patético, incrustado en un espejo de un baño en un lugar que no sabes ni como salir ni donde queda”, “fácil decirlo, como si tu supieras”, nadie respondió.

Se comenzó a sentir más alto, mas grande, musculoso y con fuerza, golpeó la puerta de una cabina, pero esta no se rompió. “¡Patético!”, le gritó una pared… rió para si mismo.

Ahora todo le parecía muy normal, asombrado por su repentino cambio, seguía buscando más características para identificarse.

Poco a poco empezó a gustarle su nueva apariencia, se sentías más atractivo, más poderoso, y ya no sentía ese malestar. Lo disfrutaba, consumiría mil veces más para sentirse así. Su color de piel, sus rasgos, sus ojos, lo hacían sentir orgulloso. Su pelo le fascinaba, largo moderado, color algo castaño parece, como siempre lo quiso tener, cubriéndole un poco de su cara, no muy de mi gusto pero era lo mejor para él. Su mentón, ahora más refinado, mas esculpido, un tanto europeo, al igual que sus facciones. Su nariz, más respingada, “parezco modelo gringo”, pensó.

Se despeinaba y volvía a peinarse, casi sin poder creerlo, ya había olvidado que antes no entendía nada, que había estado quien sabe cuanto tiempo sentado en la cabina, su delirio. Ahora sólo pensaba en él y su apariencia.

Había dejado de pensar como antes de entrar a ese local, ese joven desesperado buscando una salida, creyendo encontrarla en ese antro. Nervioso y ansioso por descubrir lo que ese combinado le produciría.

Ya no pensaba en nada más, sólo mirarse constantemente lo hacía sentir genial, distinto, dueño de lo que lo rodeaba, y mejor que todo. “Perfección”, decía de vez en cuando. Sólo tendría que encontrar la puerta de ese baño y entrar a ese nuevo mundo. Ya nada sería como antes, pensaba. “¿Qué idiota se pondría en mi camino?”.

Reía fuertemente, cada vez sintiendo como esa magnificencia lo recorría. “Tu mismo”, dijo una voz, “la salida ya no existe”. Comenzó a reír, pensando en lo patético que le parecía que alguien le dijese eso a él. “Inténtalo, cuando encuentres esa puerta, intenta volver”. No le importaba lo que le dijeran, se sentía demasiado bien para tomarlo en cuenta.

Se continuó observando, se tocaba pero no se sentía, no recordaba su nombre, ni sabía ya porque estaba ahí, tampoco le importaba. Se sentía en el paraíso.

¿¡QUE!?

…de la nada, una angustia lo impregnó.

¿¡Qué!? ¿¡Qué pasa!? Estaba aterrado, su forma, su cara, su perfección se desmoronaba poco a poco, sentía que se caía, que volvía, no podía ver nada. Colores. Formas. Desaparecía, y retornaba. Nuevamente figuras que no comprendía, gente que no conocía, familiares, amigos, alguien que vio en la tele, el chef de la mañana, la mujer de la tienda, el hombre del callejón, el barrendero, su padre, amigos, un profesor, imágenes por todas partes, todo era caos, gritaba desesperadamente, se aferraba a su cabello, su piel que no podía sentir, golpeaba las paredes. “¡Háblame denuevo!”, ““vuelve idiota, vuelve!”, un odio sorpresivo lo consumía, jamás había sentido eso. No podía sentir nada, gritaba pero no se escuchaba, dolor, todo volvía a hacerse gris… oscuridad total.





“Ha, patético”, resonó en la nada.

No hay comentarios: